24 feb 2011

Tres corazones

Mi cuerpo entró en ese coche negro y antiguo que a simple vista parecía una reliquia del pasado, como sacado de esas exposiciones anuales que se hacen en las grandes ciudades y a los que los amantes de los automóviles les sacaban fotografías con sus grandes y caras cámaras reflex. Si era inusual por fuera, por dentro era todo un espectáculo. Tomé asiento en la parte trasera tras cerrar tras de mi la puerta con la mínima fuerza de modo que tuve que volver a dar otro portazo, esta vez un poco más fuerte y el coche se tambaleó, pero la puerta se cerró.
-Lo siento. -me disculpé por el portazo previamente dado. 
Una risa salida de ambos y unas miradas cómplices se dirigieron hacia mí para después volver a la carretera y ponernos en marcha. El techo del coche era algo extraño tenía como trampillas situadas arriba de cada asiento en las que me quedé mirando varios minutos intentando descubrirlas un sentido lógico y práctico sin éxito. Tras un suspiro inconsciente de mi persona giré mi cabeza y me di cuenta de que los cinturones eran dobles. Se cruzaban formando una equis por delante del pecho, como si de un arnés se tratara. A parte de todo eso, en el salpicadero había miles de botones indescriptibles y de todos los colores y tamaños. 
-¿Esto qué es, el coche fantástico?- dije con algo más de confianza. De nuevo unas risas sonaron en el interior pero una más pronunciada que la otra, la de la chica que al parecer se llamaba Alma. 
-Algo parecido, es un coche para fantásticos, que no es lo mismo. -se giró en su asiento y me guiñó un ojo quedando girada para al parecer hablar conmigo. 
¿Para fantásticos? Una pequeña risa se escapó de mi ya que me causaba risa ese mote. En el coche pude adivinar tres ritmos constantes, como el tic tac de un reloj. Eran nuestros corazones pero... Uno latía con menos fuerza considerablemente. Intenté adivinar cuál era pero no lo conseguí. Esto era ridículo, nadie hablaba de lo que éramos y yo no tenía ni idea de lo que eran ellos ni si conocían mi secreto. 

Me incliné hacia delante para hablar con Alma y salir de esta situación incómoda y ridícula. Bajé mi voz, no sé porqué, tal vez tenía una manía demasiado inútil de hablar en un tono demasiado bajo y monótono. 
-Esto... Oye Alma... -pensé como formular la pregunta ya que me costaba socializar y encima en esa situación. ¿Cómo se le pregunta a alguien si sabe que eres una dhampir o qué son ellos? Difícil. Opté por callarme pero de pronto me habló su voz en mi mente. Oh sí, eso era mucho mejor, claro. 
"Pregunta por esta vía si te es más fácil, Judith." me sonrió y se apoyó en el respaldo con sus dos brazos. Yo sonreí de lado y contuve una risa ya que esto parecía una película mala de super héroes. "Vale... Verás tengo la duda de saber qué sois y porqué no os habéis extrañado cuando he dado el portazo. Ayer en clase empecé a sangrar y... él me vio y no se extrañó. ¿Qué pasa aquí?" formulé mentalmente frunciendo mi ceño ya que hablar así era algo extraño. Esperé su reacción y no se inmutó pero después largó un profundo suspiro que contenía medio tristeza y algo de fastidio. Se giró para adelante y yo me sentí idiota por unos segundos. 
-Gunnar es la hora. -dijo Alma como si se hubiese acabado alguna especie de juego. 
¿Gunnar? Reí entre dientes y apoyé mi cabeza en el respaldo, frustrada. ¿Es que nadie tenía nombres normales dentro de este maldito coche? Me parecía una serie cómica.
Gunnar se limitó a asentir con la cabeza y aceleró su coche al máximo así que tuve que abrocharme el cinturón con forma de arnés para no salir disparada hacia delante al frenar. Continuó conduciendo y se pasó el instituto de largo, me estaba asustando y enfadando por partes iguales.
-¡Eh! ¿A dónde me lleváis? ¿Quiénes sois? ¡Dejadme salir de aquí, joder!- sí, cuando me enfadaba decía muchos tacos. Me fui a quitar el arnés pero vi como Gunnar le daba a uno de esos miles botones del salpicadero y bloqueó el arnés así que no me lo pude quitar.
-¿Quieres ser más paciente? Eres una histérica y desconfiada. -me dijo Gunnar que al parecer estaba divertido. A regañadientes crucé mis brazos sobre mí y el odio se respiraba en aquel coche, por mi parte claro. Ahora Alma y Gunnar parecían divertidos. "Malditos psicópatas", pensé.

Al fin el coche paró después de pasar un gran banco de niebla y pude ver dónde estábamos pero no lo conocía en absoluto. ¿Qué era ese lugar?



2 comentarios:

  1. Tienes buena narrativa. Guzmán Loma.

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  2. Admiro mucho tu diario,escribís muy bien.¿Cuando vas a volver a escribir?. Me gustan muchos tus sitios :)

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